Renuncia a esa necesidad de tener siempre la razón
Hostilidad, conflicto, confrontación, enojo, infelicidad… son solo algunos de los resultados que obtenemos cuando luchamos con todo nuestro ser solo para demostrar que “tenemos la razón” y que el “otro” se equivoca al pensar o sentir de cierta manera.
La insistencia que a veces tenemos por “tener la razón” nos roba la energía vital de nuestro ser interior, nos desgasta, nos daña, nos convierte en seres sin felicidad, y todo esto nos lleva a la confrontación, a destruir relaciones, a mantenernos inquietos y estancados, porque el foco es solo uno: Imponer nuestro punto vista.
No somos dueños de la verdad, tener razón implica siempre que “otro” está equivocado, y lo que debemos comprender es que todos somos diferentes y que podemos ver las cosas desde distintos puntos de vista. Lo correcto y lo incorrecto; lo bueno y lo malo; lo lindo y lo feo, solo forman parte de esas creencias a las que nos hemos aferrado a lo largo de nuestra vida.
Cuando te empeñas en “tener razón” te conviertes en una persona controladora, insegura y sin amor. Quizás llegó el momento de analizar tus acciones, tu comportamiento y tu ego, porque solo así lograrás identificar cuánto daño te haces a ti y las personas que te aman.
¡No te equivoques! No se trata de no expresar tus opiniones o de guardar silencio ante los demás, se trata de comprender que existen una y mil formas de ver las cosas, que son perspectivas distintas, que la forma en que ves el mundo refleja tu propio ser, y que los demás lo ven tal como ellos son.
Para renunciar a “tener siempre la razón” y seguir trabajando el amor propio, te invito a realizar la práctica de esta semana:
1.- Escribe un relato detallado sobre la última vez que intentaste demostrar que tenías la razón
2.- Lee tu propio relato en voz alta y analiza qué emociones te provoca el relato
3.- Finalmente responde a esta pregunta: ¿Qué conseguí con ese esfuerzo por imponer mi punto de vista?
